ALICIA MARTINEZ, MAGNOLIA

Siendo niña no vestía a sus muñecas… pero ya de adolescente tuvo claro que quería estudiar diseño de moda. Alicia Martinez reconoce que con dieciséis años estaba un tanto “obsesionada” por encontrar ropa distinta a la que veía en los comercios de nuestra ciudad. Sería en Londres, urbe en la que pasó muchos veranos, donde encontró ese universo textil que tanto le fascinó, esa alocada borrachera de mezclas textiles que hasta entonces parecían imposibles. Y pensó: algún día tendré mi propia marca para vestir a la mujer con mi forma de sentir la moda, volcando mis historias y mis vivencias a la soltura de las telas y el grito del color.

Alicia Martinez es una diseñadora donostiarra, por auténtica vocación, que un día consiguió su sueño, y acompañada por sus fieles máquinas de coser logró crear su primera marca, “Ali de Bali”, hace ya siete años. Pero esta marca no ha parado quieta, ha ido evolucionando a su imagen y semejanza y ahora es simplemente “ALI”, al natural… tan natural como es esta mujer de mirada dulce y ojos expresivos.

Bajo su marca ALI , esta original diseñadora lanza cada temporada una colección de prendas que encierra historias con mucho significado. Las ofrece en su establecimiento Magnolia, ubicado en c/ Etxaide 8, un comercio muy especial donde, además de poder adquirir su propia marca, se puede encontrar una exclusiva selección de otras marcas que comercializa.

Alicia Martínez, Magnolia
   Calle Etxaide, 8. Donostia – San Sebastián.
  943 538 598
  alicia@magnolia.tienda
  www.magnolia.tienda

Redacción: Gemma Garbizu
Fotografía: Marian Etxebeste
Dirección y coordinación: Laura Manjarrés
Edición y postproducción: Filtro Creativo

Hola Alicia… ¿eras de esas niñas que soñaban mientras jugaban a papás y a mamás?

Pues la verdad es que no, yo soñaba con otras cosas. De pequeña no era una niña muy presumida, me gustaba mucho más jugar con los Playmovil y el Lego. Pero sí es verdad que ya en esa época no me conformaba con lo establecido, me atraía lo diferente. Con el Lego sí que al principio montaba las piezas según lo que me mostraban en la caja, pero pronto me aburría… y construía según me llevaba mi imaginación, surgiendo muchas opciones diferentes.

¿Y cuándo te empezaste a interesar por el mundo de la moda?

Mi interés comenzó en mi etapa adolescente, cuando fui desarrollando mi personalidad. Siempre he sido una persona con las ideas muy claras, sabía lo que me gustaba y lo que no. A los dieciséis años, comencé a pasar veranos en Londres en casa de una familia inglesa, y descubrí un universo creativo de tendencias muy vanguardistas, totalmente diferentes a las que se veían aquí. Me fascinaban esos estilos tan rompedores y especiales que se veían en mercados callejeros como Candem Town o Notting Hill, con prendas que se salían totalmente de lo establecido, de lo aburridamente convencional.

¿Recuerdas algo en concreto?

Recuerdo que estaba “enamorada” de la marca Dr. Martens, pero no de esas botas de cuero negro que se han puesto tan de moda ahora. Me encantaban sus modelos más arriesgados, los de antelina, las botas estampadas… cuanto más especiales más me gustaban, y siempre rebuscaba en los puestos para adquirir esas prendas que me llamaban la atención.

Así que te fuiste animando a estudiar diseño de moda…

Era una idea que me rondaba continuamente. De pequeña también solíamos ir a Barcelona todos los veranos, pasábamos allí unos días. Por aquel entonces, Barcelona también era una ciudad mucho más arriesgada en sus tendencias de diseño que la nuestra. Empecé a tener muy claras dos cosas: que quería estudiar diseño de moda, y que lo quería estudiar en Barcelona, no existía otra opción posible (risas).

Sin embargo, a punto estuviste de estudiar Bellas Artes, ¿no?

Efectivamente, yo estudié en Jesuitas y se daba mucha importancia a la idea de estudiar una “carrera seria”, así que me lo quitaron de la cabeza y me animaron a optar por la carrera de Bellas Artes en Leioa. Ya habría tiempo luego de hacer diseño de moda, me decían. Pero por suerte hubo un error informático y ocurrió que las plazas se llenaron rápido, no se dieron todas las plazas que realmente había, así que no pude entrar.

Y entonces decidiste ir a Barcelona…

Exacto, entré en “La Feli” la Escuela Superior de Diseño y Moda Felicidad Dulce. Y claro que era una carrera, ¡¡en toda regla!! Era un centro muy bueno; Felicidad Dulce fue pionera a la hora de popularizar su método de patronaje a nivel internacional. Fueron cuatro años muy completos durante los que estudiamos campos muy diversos en torno al mundo del diseño y la moda pero también teníamos que trabajar mucho a nivel práctico: lanzábamos minicolecciones todas las semanas: hombre, mujer, infantil, baño… tocábamos todos los palos y aprendí muchísimo.

¿Y cuál fue tu proyecto de fin de carrera?

Mejor no te lo cuento… (risas). Al principio pensé en hacer un proyecto muy dulce, femenino, romántico… pero según iba investigando me decanté por otra línea de trabajo totalmente diferente, ¡¡mucho más arriesgada!! Fue una colección que se llamaba “Human Corpus”, realicé prendas utilizando materiales como la licra y la polipiel, que entonces casi no se usaban. Eran estilismos que asemejaban al cuerpo humano, una pequeña locura que me dio en ese momento pero dio resultado.

Bajando a la planta baja del comercio Magnolia, descubrimos también un agradable taller. Se trata de un espacio impregnado de personalidad donde Alicia Martínez no solo da rienda suelta a su creatividad al hilo de una máquina de coser, también pasa divertidas veladas con sus alumnas al ritmo de las agujas de punto y ganchillo con las que les enseña a tejer.

¿Tras acabar la carrera viniste a San Sebastián?

Qué va, estuve cuatro años más viviendo en Barcelona. Al principio trabajé en una tienda de moda, me gustaba mucho su estilo pero yo quería tener una experiencia más amplia en el campo del diseño y decidí entrar en el mundo de los show rooms. Tuve suerte porque me cogieron para trabajar con la firma Max Mara y acabé llevando una de sus marcas, “Marella”, viajaba bastante y adquirí mucha experiencia pero…

Pero… ¿qué ocurrió?

Que llegó la crisis y terminó mi contrato con Max Mara. Posteriormente entré a trabajar para otra marca, de ropa de esquí. Fue una época complicada, era una empresa pequeña y todos hacíamos un poco de todo. Fue un periodo bastante estresante, no teníamos definidas nuestras funciones, pero también fue una experiencia interesante que me dio muchas tablas en otros aspectos profesionales.

Y por fin regresas a tus raíces…

Exacto, era complicado encontrar en Barcelona un trabajo que realmente me interesase así que decidí volver a San Sebastián y emprender una nueva etapa. Hice varios cursos en AEG para seguir ampliando mi formación. Lo recuerdo como una época muy bonita, de encuentro con otros diseñadores que estaban en la misma situación que yo, con ganas de aprender y de emprender, de hacer cosas nuevas, diferentes…

¿Tuviste ayuda para iniciar tu etapa como diseñadora?

Encontré un trabajo que no estaba relacionado con la moda pero que me permitió ir teniendo un dinero para comenzar a financiarme mis herramientas de trabajo: mis telas, mis máquinas de coser… Por aquella época se empezaban a realizar algunas acciones comerciales para ayudar a los diseñadores vascos a promocionarse: pequeños mercadillos, ferias, desfiles…

Esas ayudas comenzaron con Kutxa Kultur, ¿no?

Exacto, primero fue con Kutxa Kultur, con los cuales participé en dos ediciones. Posteriormente surgió Gure Moda Gaur, donde para estar seleccionada tenías que presentar unos bocetos y un dossier. Logré estar seleccionada en las tres ediciones que se celebraron y también participé en unas cuantas ediciones de Cook and Fashion, un maridaje entre moda y gastronomía. Fue una etapa de mucha intensidad, con desfiles en el museo Balenciaga e incluso estuvimos en el parlamento europeo dentro de un evento Marca España. Yo no decía “no” a nada, me apuntaba a un bombardeo y, aunque fue mucho jaleo tuve satisfacciones muy bonitas, mereció sin duda la pena.

¿Cómo era tu primera colección?

Empecé como empiezan muchos diseñadores, diseñando camisetas con mis propios estampados. No era nada fácil enfrentarse a un tejido como el punto circular con las máquinas de coser que tenía por aquella época, pero pude realizar mi primera colección y la verdad es que se vendió enseguida, gustó mucho. En aquella época hacia los diseños que realmente me apetecían, sin pararme a pensar si serían comerciales o no.

Le pregunto a Alicia si me puede enseñar algunas fotos de esa primera colección, y bucea en su Ipad para encontrarlas. Confieso que me quedo bastante sorprendida cuando me dice: eran motivos gráficos de material quirúrgico. Pienso: ¿se puede hacer una camiseta bonita y femenina con dibujos de bisturís y tijeras? Y tanto que se puede, ¡¡verlo para creerlo!! y no me extraña que gustaran, son preciosas y de lo más especiales.

¿A esa primera colección le siguió una segunda?

Sí, para mi segunda colección decidí jugar con estampados de Ikea, suelen sacar unos estampados muy originales. Recuerdo que en la carrera hice unos bocetos con tejidos de Ikea y a mi profesor le gustaron mucho, así que me decanté por esa línea de trabajo. Era una colección muy colorida, con mucho significado gráfico y tuvo mucho éxito.

Pero en ese tiempo tenías el taller en tu casa, ¿no es así?

Al comienzo sí pero por suerte en la Bretxa empezaron a ceder algunos locales para jóvenes diseñadores. Preparé un dossier con todo lo que pedían para poder optar a un local y me lo concedieron. Producía colecciones limitadas con las que optaba a concursos para darme a conocer, y también las vendía en el local. Al poco tiempo decidí ampliar mi actividad y comencé también a impartir talleres de punto y ganchillo.

¿Punto y ganchillo? No me digas que sabes tejer como lo hacían nuestras abuelas…

Pues sí (risas), mi abuela me enseño un poco pero decidí ir a clases para aprender bien la técnica y también la he perfeccionado bastante de forma autodidacta.

¿Cómo así te dio por aprender el arte del punto y el ganchillo?

Vi en mi marca la necesidad de incluir complementos de punto, así que me lancé a ello. Al principio aprendía a tejer para poder incorporar complementos de punto a mis colecciones, pero con el tiempo empecé a impartir talleres de punto y ganchillo en una zona que habilité dentro del local. A día de hoy sigo aprendiendo mucho con esta técnica y me encanta compartirlo con mis alumnas.

El punto y el ganchillo vuelven a estar muy de moda…

Yo creo que se saltó una generación: mi abuela tejía, mi madre no y ahora lo hago yo. Ahora se trabaja un punto diferente al de antaño, más grande, con agujas más gordas y por lo tanto más fácil de tejer. ¡¡Nuestras abuelas se dejaban los ojos!! Ellas aprendían de una forma más innata y yo trato de enseñar desde la lógica. Porque tejer tiene una lógica, por supuesto.

Volviendo a tu marca Ali de Bali, pronto dejó de limitarse a las camisetas…

Fue ampliando mi colección de prendas, aunque seguía haciendo muy pocas unidades de cada. Pero a raíz de ganar el concurso en Gure Moda Gaur con mi colección Itaca, decidí dar un paso más y hacerlo de una forma más profesional, encargando parte de la producción a talleres externos y con mayor variedad de prendas y de tallas. Fue cuando Ali de Bali pasó a llamarse Ali Fashion Fiction.

Por qué ese nombre de Ali Fashion Fiction… ¿Te gusta mucho la ciencia ficción?

Me fascina, mis colecciones siempre están inspiradas en historias. Al acabar la carrera estudié un postgrado de diseño de vestuario y a través de mis prendas, trato de desarrollar mi propio universo. Películas como Blade Runner han conseguido una estética cinematográfica que ha supuesto un antes y un después en este arte. Pero aparte del séptimo arte, me inspira la música o las series, soy una devoradora de series: Los Soprano, Mad Men, Black Mirror, The Americans… Dar con una serie buena que te inspira es un auténtico placer para los sentidos.

¿Cuándo surge el nombre de Magnolia y el inicio de una nueva etapa al frente de este comercio?

Hace más de un año decidí abrir un espacio que me permitiera combinar mis inquietudes profesionales. Por un lado, quería seguir diseñando mi propia colección de prendas, inspiradas en mi propia forma de entender la moda femenina. Por otro lado, quería poder ofrecer una cuidada selección de marcas muy especiales y exclusivas que también reflejen mi forma de entender el diseño. Porque afortunadamente en San Sebastián hay vida más allá del grupo Inditex, y quería traer marcas especiales que no hubiesen en otros comercios.

Y en este comercio que es Magnolia también tiene mucha importancia tu taller…

Por supuesto, en mi taller, aparte de crear mis colecciones sigo impartiendo diferentes talleres a mis alumnas. He tenido algún hombre pero te diré que pocos y es una pena porque existen muy buenos tejedores en el mundo masculino. Ahora quiero que en este espacio se enseñen además otras disciplinas artísticas. Sara Galán, que fue compañera mía en el colegio, va a impartir diferentes talleres de estampación textil, scrapbooking…

Y seguro que, conociéndote, el nombre de Magnolia no lo elegiste al azar…

Pues no fue casualidad, no. Hace tres años fui con David, mi marido, a Londres, a esa cuidad que con tantos recuerdos llena mi memoria. Hicimos una ruta turística y terminamos recorriendo el barrio de Belgravia, un exclusivo distrito londinense conocido por sus lujosas propiedades residenciales. Sus fachadas son las únicas que se pueden pintar de color magnolia para diferenciarse del resto de la City… me gustó la historia y me quedé con ese nombre.

Un nombre muy femenino por cierto… ¿Qué edades comprende el público de Magnolia?

Desde los veinticinco años hasta no hay edad… yo creo que la moda no tiene edades, tiene mentalidades, y una mujer muy mayor puede sentirse muy joven. Yo diseño y adquiero las colecciones pensando en esa mujer a la que le gustan las prendas donde lo femenino muestra su lado más especial, sin ser muy sofisticado. Son prendas serenas, relajadas, pero creo que con mucha esencia. Cuido mucho el tema de la exclusividad (no suelo traer muchas unidades), el concepto de la calidad y el coste (son precios muy razonables con márgenes muy ajustados).

Viendo tus prendas se deduce que te gusta mucho el color, ¿no eres de negros?

Antes de la carrera yo no entendía el negro, era impensable que llevase algo negro. Ahora sí tengo prendas negras, por supuesto, y me parece un color muy elegante, pero soy más de combinarlo y es verdad que me gusta mucho la expresividad del color. Traigo marcas de diferentes orígenes; danesas, inglesas, francesas, catalanas… Son colecciones que me dicen mucho, de otra forma no podría ofrecerlas a mis clientas. Y cuido mucho la forma en la que están producidas, que sean firmas que cumplen con los valores éticos y sociales en la cadena de producción: productores locales, tejidos sostenibles…

Me imagino que en todos estos años habrás tenido ayuda…

He tenido la mejor ayuda que se puede tener. A David Altuna, mi marido, que me ha apoyado en mis diferentes etapas a lo largo de estos años. Él es diseñador gráfico así que compartimos mucho el mundo del diseño y me ayuda en todo lo relacionado con la comunicación de mi marca: me ha realizado las webs que tengo, me ha preparado los interminables dosieres que he tenido que preparar para los concursos… ¡¡La de kilómetros sobre ruedas que nos hemos comido juntos para ir a desfiles, mercadillos y ferias, muchas veces acompañados de nuestro perro Silvio!!

Habéis tenido vuestro mejor diseño… ¡¡enhorabuena por el niño!!

Pues sí, estamos muy ilusionados con esta nueva aventura. Por eso he trabajado con más esfuerzo que nunca para poder estar unos meses dedicándome a mi maternidad, y ahora comienzo la conciliación familiar y laboral. También cuento con la ayuda de mi familia, especialmente de Marta Fernández, y de mis amigos que me han apoyado siempre. ¡Tengo mucha suerte de tenerlos a todos!!

Gracias Alícia. ¡Ha sido un placer conocerte!

¡Hasta la siguiente publicación! ¡Estad atentos!

¡Nos vemos!

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